domingo, 25 de agosto de 2013

¿Recuerdas aquella mañana?



“Lo mejor de este mundo es despertar junto a ti y sentir que me invade la felicidad”. 
El Jovencito hablador

Querida Alissa:

Jamás vi mañana más hermosa que aquella. Recuerdo que mientras íbamos en el tren, el cielo amanecía gris y oscuro, desesperanzador… Nuestras miradas se cruzaban de vez en cuando, tímidamente, con disimulo y dulzor, no sabíamos qué decir y, sin embargo, nuestros ojos, en un solo segundo de encuentro fugaz, paraban el tiempo, se hallaban y se susurraban palabras de amor, un tropel de sentimientos emergía de ellos, y justo antes de esconderse, conseguían que se dibujara una bonita sonrisa en nuestros labios. Nuestro primer viaje juntos y hablábamos sin respiro por temor a que el silencio permitiera conversar a nuestros inquietos corazones. 

La operadora comunicó el nombre de nuestra estación, el vaivén del vagón cesó. Nuestra ciudad nos vio llegar juntos por vez primera, los dorados rayos del sol horadaban las grisáceas nubes, ambos miramos el cielo y sonreímos, «ves, ya te lo dije, en un mundo de sueños no hay lugar para caras tristes ni cielos grises» dije, me miraste sonriente, jamás olvidaré el brillo de tus verdes ojos y la belleza de tu sonrisa en aquel veintidós en que nació este joven al que inspiraste para ser escritor. ¿Recuerdas aquella mañana?..

Yo, antes de conocerte, cuando hablaba de amor citaba a Bécquer, a Zorrilla o algún pasaje de alguna película romántica pero hoy, si tuviera que hablar de amor, diría que cuando te miro me siento vulnerable, diría que cuando te veo, me veo reflejado en los ojos de un ángel que el cielo ha querido enviarme para salvarme de este tenebroso y dificultoso lugar, diría que lo mejor de este mundo es despertar junto a ti y sentir que me invade la felicidad.

Gracias Alissa,



El Jovencito hablador.

domingo, 4 de agosto de 2013

¿Qué nos pasa?

"Y el gran lazo que sostiene a la sociedad es, por una incomprensible contradicción, aquello mismo que parecería destinado a disolverla; es decir, el egoísmo." M. J. De Larra.

Ayer, vinóme uno de esos extraños días en los que, pensando, concluyes que no sabemos muy bien en qué lugar vivimos: nos comunicamos cada vez con más rapidez como si nuestro rastro fuera seguido por un cobrador con traje elegante que pretendiese cobrarnos por dialogar; andamos con más presteza como si nos siguiera alguna fiera desbocada que pretendiera devorarnos; preferimos hacerlo todo después y desde… tal es la flojera que identifica nuestro siglo “gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza” M. J. De Larra. Y, no contentos con todo ello, terminamos por criticarnos por ser así, se ve que la coherencia no es nuestra mayor virtud… 

     Esperé a que el sol se guareciera tras la montaña para dar mi acostumbrado paseo, antes de que se me olvidara caminar con tanta tecnología incitándome a la holgazanería; bajé por la avenida, al principio con paso sosegado y contemplativo, las gentes me esquivaban como los coches evaden un obstáculo molesto en una autovía, mientras yo intentaba evitar a aquellos que aún viendo el obstáculo no eran capaces de aminorar la marcha, llevándome alguna que otra embestida de lo que parece una manada de miuras desbocada que, después de acometer, siguen hacia delante sin ni siquiera disculparse, lógico, disculparse sería racional y humano. Para evitar más encuentros forzosos, busqué una calle secundaria que me llevara al centro, ya me habían contagiado el ritmo, andaba escapándome de no sé qué… Cuando, al fin, pude retomar mi caminante calma ya había llegado a la plaza central. En la plaza todos se movían igual que en la avenida: cabeza agachada y los ojos puestos en sus teléfonos móviles, sin ver más allá que lo que hay en sus pantallas, levantando solo la vista para despertar sus ansias materialistas en los múltiples escaparates estratégicamente colocados. Nadie conversaba, nadie se saludaba, nadie se miraba… ¿Qué nos pasa?.. 

    En la antigua Roma, para que la plebe no se percatara ni se quejara de lo que hacía su dirigente, se le ofrecía “pan y circo”; ahora, para que no veamos que las mentes ilustres de este país pugnan con la justicia, imputados por robarnos dinero, sí, a aquellos que creemos que ellos son nuestra voz y nuestra ayuda, nos dan móviles y televisión, y nosotros volvemos a ser un rebaño a merced, en esta era, de la tecnología sin ver más allá de una pantalla; nos entretenemos, creemos lo que nos dicen y nos convertimos en autómatas sin espíritu crítico, sin raciocinio; así, nos despistan, para que no vayamos al parlamento, todos los españoles, y exijamos la regeneración de la política española. Que sepan, que les quede bien claro, que si no vamos, no es porque estemos entretenidos con vacaciones, verano, móviles y televisión o porque nos creamos lo que dicen, no, no vamos porque sabemos que ellos dimitirán sin necesidad de obligarlos…

EL JOVENCITO HABLADOR