lunes, 16 de diciembre de 2013

Amar, amar y nada más.

Querida Alissa:
¿Qué es la vida? Nos preguntábamos en la intimidad de la noche. Las estrellas cubrían el firmamento, pintando un hermoso manto azabache con destellos plateados. Uno junto al otro, sobre un banco caoba, sentados, perdidas las miradas en la lejanía. El parque en silencio, calmada las calles que lo rodeaban, solos tu, yo y la luna, hermosísima luna la de aquella noche.
« ¿La vida?, Nada…»—dije, escéptico y pesimista―. «Todo»—respondiste, al instante, sonriendo, intentando encontrarme―. «La vida ―dije― no es más que la última mueca de un cuerpo inerte, no es más que las sombras de una tenebrosa noche que oscurecen la posibilidad de amarte». Viste mi rostro cansado, mis ojos caídos, notaste mi cansancio y acariciándome la mejilla con tu delicada mano, dijiste: « La vida es la primera sonrisa de un bebé y la aurora rosada que ilumina con especial belleza la mañana clara y limpia; reír en esa mañana, llorar la tarde siguiente, seguir llorando el siguiente día y volver a sonreír al terminar la semana ». Mis ojos seguían perdidos entre el gris de las losas, estaba abatido. Pero no te rendiste, cogiste mi mano y yo alcé la vista, tus ojos brillaban con más luminosidad que las estrellas, en tú mirada no había pesar, solo hechizo dulce que encantaba mis sentidos. Quisiste evitarme más aflicción, pero yo seguía obstinado: «la vida es penar en Otoño, estar rodeado de estruendosos sonidos, estar ciego, sordo y mudo; temer, llorar, cerrar los ojos y nada más» ―dije—. Irradiabas belleza en la lúgubre noche. A pesar de mi tozudez no te dejaste vencer, «la vida es alegrarse en primavera después de penar en Otoño, es estar rodeado del más estruendoso sonido para al instante siguiente estar en el más sepulcral silencio, es ver estando ciego, oír estando sordo, es reír en una desgracia y llorar en una alegría; es aprender y enseñar, ser maestro y alumno; ser juzgado y juzgar y sobre todo es decirle a quien quieres ¡te quiero!, entregándole tu vida y a quien amas ¡te amo!, entregándole tu corazón sin dudar» —dijiste, intentando animarme—. Yo seguía sumido en un inmenso vacío, mis ojos volvieron al gris frío, todo era silencio, silencio incómodo y desolador. Te levantaste con enfado, pensando que no te oía, que no reaccionaba, pero antes de que pudieras andar, te agarré de la mano. «La vida es fundirse unos labios en la pasión del amor y sentir con solo una mirada que se estremece el alma» —dije con firmeza—; nuestros ojos se hallaron, perdiéndose los míos en la profundidad de los tuyos, rindiéndome a la dulzura de tu gesto. Desarmado, me despojé del escudo, de la máscara y agarrándote por la cintura te di un beso en los labios, un beso mágico, eterno, único.
«¿Qué es la vida?» —Dijimos al unísono sonriendo— la vida es amar, amar y nada más.

El Jovencito Hablador

viernes, 13 de diciembre de 2013

Incoherencias y entendidos, no entendidos y coherencia.

"Vivir en contradicción con la razón propia es el estado moral más intolerable" León Tolstoi

En nuestra España hay ahora cierto número de incoherencias, preocupante por cierto, para la coherencia y la unidad que propugna nuestro gobierno. Lo mismo se promueve una ley para la educación, a la manera tradicional, que se habla de su ineficacia entre profesores, políticos, ministros, maestros y un largo etc.; lo mismo se aprueba una reforma laboral para el pueblo, a la manera tradicional, que provoca descontento en el pueblo mismo; lo mismo un estadista habla de educación, a la manera tradicional, como si entendiera, que un sexagenario encabeza los ideales progresistas y liberales del obrero español, a la manera tradicional, como si entendiese; lo mismo se habla de no subir impuestos que se suben, a la manera tradicional, hasta los que desconocíamos que existían; lo mismo se habla de progreso y avance mirando hacia Europa que le devolvemos protagonismo a la Iglesia, a la manera tradicional... Ciertamente en España nos gusta lo tradicional. Por eso tenemos un rey tradicional, una Iglesia tradicional, un presidente tradicional, una oposición tradicional, unos toros tradicionales y sobre todo una pasividad tradicional.
Estaba yo viendo la televisión, no ha muchas mañanas, genial fuente esta de información para quien quiera reír si ha pasado ya la fase de la indignación; un canal tras otro era ver un «opinador» tras otro, «opinadores» por doquier, «opinadores» que se quedan en eso, en opinar desde sus torres de marfil, bien acondicionadas y pulcras, en solaz comodidad. Señores y señoras bien vestidos se sientan delante de una cámara, pose de entendidos y ningún entendimiento, sueltan sus opiniones populistas sin pudor, sobre lo que les place, sin importar a quien perjudican o a quien atropellan con el poder que les da el medio controlador de masas y así nos va, los que creen que entienden culpan de los males a los que no entienden y de los que no entienden, hay una gran parte que no se preocupan por entender y culpan de todo a los que creen que entienden. La parte, pues restante, mínima diría yo, que no entendía pero que se ha preocupado por entender, sufre las consecuencias del orgulloso entendimiento de los que dicen entender y carecen de la ayuda de los no entendidos despreocupados. En este trabalenguas de entendimiento y desentendimiento, los que dicen que entienden sin entender cobran dinero y viven acomodadamente dirigiendo España u opinando sobre España, mientras los que no entienden ni se preocupan, viven a merced de los supuestos entendidos, y los que verdaderamente han llegado a entender porque se han preocupado de ello, se hallan entre la «inactitud» de unos y la ineptitud de otros, viviendo, generalmente, con poca holganza y en precarias condiciones.

Concluimos pues en que las incoherencias, los vaivenes y las aparentes extrañezas deben ser cosa de entendimiento y de entendidos, lástima que carezcamos de ambas cosas... Muchos de los que dicen entender culpan de los males de nuestro país a la naturaleza misma del ser humano suponiéndola egoísta, caótica e incoherente, siguiendo este pensamiento ¿para qué ir a las urnas? Seamos optimistas y evitemos escepticismo, pensemos, por un momento, que la sociedad la crea el hombre para ordenar su innato desorden, ¿mucho pensar? y que  la democracia la crea el ser humano para apartar el egoísmo, no exaltarlo, y compartir mismos derechos y deberes ¿demasiado pedir? y en este utópico sueño imaginemos que a quienes elegimos para dirigirnos cumplen, simplemente, con la misión de ayudar y de escuchar al pueblo elector ¿Por qué son parte de él, verdad? ¿Demasiado soñar?..

El Jovencito Hablador