"Vivir en contradicción con la razón propia es el estado moral más intolerable" León Tolstoi
En nuestra España
hay ahora cierto número de incoherencias, preocupante por cierto, para la
coherencia y la unidad que propugna nuestro gobierno. Lo mismo se promueve una
ley para la educación, a la manera tradicional, que se habla de su ineficacia
entre profesores, políticos, ministros, maestros y un largo etc.; lo mismo se
aprueba una reforma laboral para el pueblo, a la manera tradicional, que
provoca descontento en el pueblo mismo; lo mismo un estadista habla de
educación, a la manera tradicional, como si entendiera, que un sexagenario encabeza
los ideales progresistas y liberales del obrero español, a la manera
tradicional, como si entendiese; lo mismo se habla de no subir impuestos que se
suben, a la manera tradicional, hasta los que desconocíamos que existían; lo
mismo se habla de progreso y avance mirando hacia Europa que le devolvemos
protagonismo a la Iglesia, a la manera tradicional... Ciertamente en España nos
gusta lo tradicional. Por eso tenemos un rey tradicional, una Iglesia
tradicional, un presidente tradicional, una oposición tradicional, unos toros
tradicionales y sobre todo una pasividad tradicional.
Estaba yo viendo la
televisión, no ha muchas mañanas, genial fuente esta de información para quien
quiera reír si ha pasado ya la fase de la indignación; un canal tras otro era
ver un «opinador» tras otro, «opinadores» por doquier, «opinadores» que se
quedan en eso, en opinar desde sus torres de marfil, bien acondicionadas y
pulcras, en solaz comodidad. Señores y señoras bien vestidos se sientan delante
de una cámara, pose de entendidos y ningún entendimiento, sueltan sus opiniones
populistas sin pudor, sobre lo que les place, sin importar a quien perjudican o
a quien atropellan con el poder que les da el medio controlador de masas y así
nos va, los que creen que entienden culpan de los males a los que no entienden
y de los que no entienden, hay una gran parte que no se preocupan por entender
y culpan de todo a los que creen que entienden. La parte, pues restante, mínima
diría yo, que no entendía pero que se ha preocupado por entender, sufre las
consecuencias del orgulloso entendimiento de los que dicen entender y carecen
de la ayuda de los no entendidos despreocupados. En este trabalenguas de
entendimiento y desentendimiento, los que dicen que entienden sin entender
cobran dinero y viven acomodadamente dirigiendo España u opinando sobre España,
mientras los que no entienden ni se preocupan, viven a merced de los supuestos
entendidos, y los que verdaderamente han llegado a entender porque se han
preocupado de ello, se hallan entre la «inactitud» de unos y la ineptitud de
otros, viviendo, generalmente, con poca holganza y en precarias condiciones.
Concluimos pues en
que las incoherencias, los vaivenes y las aparentes extrañezas deben ser cosa
de entendimiento y de entendidos, lástima que carezcamos de ambas cosas... Muchos
de los que dicen entender culpan de los males de nuestro país a la naturaleza
misma del ser humano suponiéndola egoísta, caótica e incoherente, siguiendo
este pensamiento ¿para qué ir a las urnas? Seamos optimistas y evitemos escepticismo,
pensemos, por un momento, que la sociedad la crea el hombre para ordenar su
innato desorden, ¿mucho pensar? y que la
democracia la crea el ser humano para apartar el egoísmo, no exaltarlo, y compartir
mismos derechos y deberes ¿demasiado pedir? y en este utópico sueño imaginemos
que a quienes elegimos para dirigirnos cumplen, simplemente, con la misión de
ayudar y de escuchar al pueblo elector ¿Por qué son parte de él, verdad?
¿Demasiado soñar?..
El Jovencito Hablador
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