«Ser o no ser: esta es la
cuestión. Si es más noble sufrir en el ánimo los tiros y flechazos de la
insultante fortuna, o alzarse en armas contra un mar de agitaciones, y,
enfrentándose con ellas, acabarlas; morir, dormir, nada más…» W. Shakespeare.
No hay color ya en
mis trazos ni ojos que los lean, escribo en hojas que siempre están en blanco,
vacías y con mi mente en penumbra, triste sombra me envuelve, ya no quedan
voces que elogien las tristes palabras que este escritor alumbra. No hay lector
más allá de aquello que las listas de ventas nombran, y muere el artista que al
principio se alivia con su orgullo pero después de lágrimas de impotencia
empaña el negro de sus trazos; y muere este escritor que escribe en cada letra
que hila y en cada pensamiento que de su pluma cobra vida, un epitafio que
describe como una parte más de su alma de artista se consume y ya nunca revive.
Solo quien tiene nombre vive, solo quien tiene riquezas vive, solo quien tiene
bienes materiales es persona y vive, y, así, muere el hombre, muere el hombre
noble y honrado, muere el artista libre e ingenioso, muere el romántico
caballeroso, muere el poeta… Pero, sobre todo, muere el talento, muere la
compasión, muere el amor y muere el sentimiento… Gana la avaricia, el egoísmo y
la frialdad que de la crítica ya no sufren escarmiento, tal es su fuerza y
mayor su reconocimiento. ¿Qué fue de la hermosura de las letras? ¿Y qué de la
belleza de unos ojos que cuando las leen dejan caer lágrimas que se deslizan
transparentes y cálidas por las mejillas? ¿Qué fue del nerviosismo del
enamorado que sostiene la carta temblorosamente mientras lee con el corazón lo
que siente, observado por la atenta y sorprendida mirada de la mujer a la que
quiere besar eternamente?..
Mi
mano cada vez nota más el frío y la indiferencia, ya no quiere esforzarse, el
caudal de este inmenso río es demasiado fuerte para oponerse y siento como una
parte de mí se desgarra, va a la deriva y me arrastra, despojarme de ella es permitir
que la victoria sea de ellos, de los que convierten los sentimientos en
reacciones químicas con fechas límite de caducidad, de quienes convierten el
romanticismo en una estupidez de principio de relación amorosa, de quienes
piensan que criticar sin tener nombre es lanzar palabras al viento y ver como
se desvanecen sin sentido, de quienes piensan que con su trabajo, su buen
sueldo y su móvil, su ordenador y su tablet, son felices sin entender la
profundidad de una amistad, la profundidad del cariño en una relación de pareja
o la profundidad del amor de una madre. La victoria será de ellos, es el camino
que nuestra sociedad está escogiendo; por mi parte, ciertamente y siendo claro,
no tengo trabajo, no tengo riqueza ni tampoco tengo una identidad social, para
una sociedad fría no soy más que un lastre, un peón prescindible que tiene sentido
común, nobleza, compasión, inteligencia… Un peón prescindible que ama a su
pareja y la aburre continuamente con exageradas y estúpidas muestras de
romanticismo, que abraza a su madre y a su padre, cada vez que puede, como si
fuera el primer y último abrazo que les diera, que enseña voluntariamente a
quien lo necesita, que defendería a un amigo o amiga con todo, que escribe sin
tener nombre, sin ser leído, sin ánimo de lucro y dando lo mejor que tiene, a pesar de todo, en cada una
de sus escogidas letras; dime, pues, lector ¿soy o no soy prescindible, eres o
no prescindible?..
El
J. Hablador.
1 comentario:
Hay lectores que siempre te leen y, sobre todo, amigos a los que siempre cautivas.
No dejes de escribir, genio.
Un abrazo
Javi
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