miércoles, 2 de octubre de 2013

Tarde de café


«La mediocridad no reconoce nada por encima de sí misma, pero el talento reconoce al genio al instante» Sherlock Holmes.


      Ya parece que caen las primeras hojas color ocre con la llegada del otoño, las veo deshojarse livianamente, las veo ser empujadas por el  débil soplo del viento, levitando en el aire hasta que caen cómodamente, sin vida, sin aflicción, sabedoras de que pronto han de ser sustituidas por otras hermosas y repletas de vida. Abandonamos el estío, el sol ya no lanza ardientes rayos sino haces cálidos de luz, el cielo ya no es solo celeste y claro sino que a veces se cubre del gris que emana el húmedo aroma que desprende la nostálgica lluvia; tiempo es de tardes en casa entre mantas y algún anticuado libro o un clásico del cine. Llegando el tiempo oscuro, nostálgico y romántico que es el Otoño suele poseerme este pequeño duende, o demonio si se prefiere, muy dado a la charla, que habita dentro de mí y que cuando se aburre de estar ocioso y desocupado, toma mi pluma  y con una amplia sonrisa empiezo a escribir. Así, arrebatado, digo cuanto se me apetece sin temor ni conciencia.

Con estas tardes más dadas al té y a la charla que al ejercicio físico, que parece ser lo único que entrenamos últimamente, fui a aceptar la reunión que me propusieron unos jóvenes en no sé qué café de por aquí, para hablar  de arte, porque nuestros gustos convenían en ello. Eligieron una cafetería, como se diría hoy, o como ellos la llaman, «muy vintage», una forma moderna de decir clásico sin que parezca que se dice viejo, es sorprendente como las palabras extranjeras dan caché a un concepto; si en vez de vintage llegan a decir «con un aire clásico» ya para mí no serían considerados artistas, decir palabras como vintage en lugar de términos españoles como «retro» o «con un aire clásico» es la diferencia entre el artista y el hombre corriente…  Un gran cuadro de El Beso de Gustav Klimt colgaba en la pared frente a la puerta de cristal que daba acceso al café, granizadas rojas en pequeñas copas ocupaban el centro de algunas mesas, música Chill out sonaba y paredes, sillas y mesas intercalaban el rojo y el gris bajo tenues luces. Un sitio extraño para gente peculiar.

          Ocupamos una mesa de cuatro asientos, era la primera vez que me reunía con ellos. A mi izquierda un joven que decía ser poeta, ojos azules, boina gris, camiseta de «el Che Guevara» y la idea de que el hip hop y el rap son poesía, le debe sonar igual la descripción que hace Lope de Vega del amor en su soneto: «Desmayarse, atreverse, estar furioso» con cualquier rap que suele intercalar «huevos, cojones, joder…» u otras lindezas sexuales con margaritas y versos…  A mi derecha una joven que decía ser escritora de novela, novelista si se prefiere; pelo liso castaño, mirada altanera, por encima del hombro que se suele decir, una cantidad ingente de papeles con letra ilegible que parecía ser el borrador de su primera novela y la idea de que hay que innovar en la escritura: no escuchar, ni siquiera oír las críticas; acompañar la lectura de audio, como si no se oyeran los gritos agónicos de el Infierno de Dante o el bullicio de un café en «El Café», primer artículo de Larra trocado en el Duende, suficientemente bien con la sola lectura solaz y plácida; y acompañar la literatura de imágenes… Ya he oído esto antes: «¿Por qué no acompañas tu blog de imágenes...?» Me dicen los que quieren entenderme… Ahora todo son imágenes, la literatura se hace imagen en el cine, las noticias se ven en la televisión a través de imágenes prescindiéndose del periódico que por otra parte está repleto de imágenes, las editoriales ponen más empeño en la ilustración de la portada de los libros que en el resumen posterior de la obra, los libros empiezan ya a venderse con trailers, de nuestro Currículum Vitae importa más la imagen que lo demás, nosotros mismos pasamos más tiempo intentando mostrar y trabajando por mejorar nuestra imagen que en esforzarnos por mostrar y por mejorar nuestras virtudes… Apuesto cuanto quiera a quien quiera, a que hallo oficio de esteticista o asesor personal antes que de asesor para la mejoría y entrenamiento de las virtudes humanas… Somos una imagen que cuando hay tormenta se diluye y revela lo que verdaderamente hay dentro de nosotros: palabras y actos.

      Este blog, seguro que es un blog vintage, tengo que ponerlo de título para que le dé caché. Y la escritura al estilo clásico no admite imágenes ¿no es el escritor el que pinta con letras y el pintor el que cuenta con imágenes? ¿Acaso un cuadro debe ser teorizado en letras y un texto explicado mediante una imagen? Cuando se quiere convertir una obra pictórica en letras, en teorías, se llega al arte de algunos museos modernos con lienzos cuya belleza está en la lectura de la inscripción que descansa debajo del cuadro; o a películas que pretenden recrear el mundo literario sin conseguir recrearlo, fracasando estrepitosamente, «el libro siempre es mejor que la película» suele decirse. Queremos convertirlo todo en algo material, estamos erróneamente instalados en aquello de «una imagen vale más que mil palabras», todo lo queremos tangible, subestimamos la hermosura del misterio, de la imaginación. Mi Julieta jamás será la Julieta que una compañía de cine americana seleccione para su adaptación shakesperiana…

     Discúlpeseme estas digresiones, a veces suele pasarme lo que al capitán español le ocurrió en plena reconquista de Úbeda, que justo antes de empezar el ataque fue a perderse por los cerros de Úbeda. Frente a mí, concluía el grupo de jóvenes que decíamos ser artistas y no somos más que «intentos de», un joven con el pelo largo azabache, poco cuidado, barba de tres o cuatro días, camiseta de tirantes y cierta lucidez y charlatanería que parecía embaucar a los demás, probablemente el artífice de aquel grupo con aires de próxima generación artística; dicho joven se dedicaba a la pintura, traía algunas láminas con brochazos sin orden ni otra intención que manchar el lienzo, al menos eso me parecía a mí; cuando le preguntabas por alguno empezaba a explicar no sé qué ideas de soledad, nostalgia, tristeza y angustia, transmitían sus brochazos que intercalaban manchas de gris y rojo, como soy ignorante en esto de la pintura le dije que no veía nada en sus cuadros y asistí a una charla filosófica sobre la angustia, la tristeza y el vacío expresados mediante el color y las anárquicas formas… Y como seguía sin ver nada en sus cuadros, le di una charla filosófica sobre arte clásico y belleza pictórica lo que desembocó en una discusión en desventaja (tres contra uno) que concluyó con mi marcha anticipada de aquel excéntrico grupo de seudo-artistas modernos más preocupados por exhibir su imagen de artistas modernos que por lo que verdaderamente es ser un artista. Creo que el único vintage allí era yo…


El Jovencito Hablador

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