DE CINCO ESTRELLAS.
“Las cosas grandes empiezan siendo pequeñas” Lao Tse.
Querido Jovencito Hablador:
A veces me pregunto qué es la vida, o de qué sirve andar
cada día por sus extensos campos y por sus largos caminos colmados de abrojos y
puentes engañosos. Estas cuestiones metafísicas me invaden en momentos de
serena soledad, aunque alguno piense que estas preguntas surgen como
consecuencia de un terrible aburrimiento que me acomete… Tres veces por semana
suelo colocarme mis zapatillas deportivas para salir a la calle y correr, sí,
correr, eso nuevo del running prefiero dejárselo a los que
hacen fitness, son cool, se visten fashion o acaban
el running hot e incluso dead. Quizás,
lo más dificultoso de realizar un ejercicio físico que no quieres ejecutar sea
la decisión de iniciarlo, en este caso, de iniciar la carrera, o, lo que es lo
mismo, la voluntad o disposición para comenzar. No sé si por dicha o por
desdicha, lo cierto es que en esta vida, la disposición o la voluntad de vivir
no la elegimos, así, los males nos van abofeteando mientras les vamos
preguntando por qué. Una vez comenzamos la carrera, y todos hemos corrido
alguna vez hasta la extenuación a las órdenes del profesor que
llevaba un chándal, parece que nos sentimos bien, no sufrimos
cansancio ni molestias, sin embargo, a pocos metros nos topamos con
la primera cuesta, pero estás tan a gusto que ni siquiera te molesta verla
hasta que empiezas a subirla… A la mitad, notas el cansancio y la fatiga, lo
que desemboca en un malestar que se materializa en enrojecimiento facial y
soplidos acelerados. Una vez hemos llegado, por fin, a la cumbre, casi oyendo Carros
de fuego, y hemos salvado el obstáculo, cogemos aire y tras ese primer
esfuerzo emprendemos la bajada con una alegría casi indescriptible, sí amigo,
un momento de felicidad que apenas dura unos instantes, pues la siguiente
pendiente se presenta ante nosotros más alta que la anterior y, por supuesto,
más dura. La vida no dista mucho de lo que es un circuito de subidas y bajadas,
de dificultades y pequeños deleites, por ello, debemos tener presente que un
día, cuando vamos por la mitad de una cuesta sentiremos que la respiración nos
falla, que las piernas no soportan el esfuerzo y que nuestro último
aliento está próximo; entonces, nos culparemos por no haber
disfrutado plenamente de los pequeños momentos de felicidad, por estar
preocupados de lamentarnos de los obstáculos que nos iban viniendo.
Ocurre,
Señor J. Hablador, que escribir es algo que elegimos, y cuando escribimos solo
tenemos como adversario a nuestro propio yo, al igual que cuando
corremos, por el contrario, si llenamos la cuesta de competidores o si
escribimos para el público, estaremos inmersos en la dificultad que exige la
vida, donde no solo te encuentras como adversario a ti mismo sino también a
otros. Yo también fui alma joven e inquieta que amaba escribir artículos
literarios, críticos y de opinión y acabé siendo un alma atormentada
que se rindió a la complejidad con la que se muestra diariamente la realidad.
No sé por qué le escribo esto ni por qué intento aconsejarle, quizás consiga
que usted no se rinda o que acabe optando por la rendición ¿Qué son los jóvenes
sin las experiencias de los adultos?.. En mi experiencia como lector y escritor
de pequeños artículos de opinión que redactaba en un periódico digital, y cuya
sección tenía como finalidad que nuestros artículos fueran leídos y puntuados
con, entre una y cinco estrellas por gente que leía el periódico y que eran
potenciales clientes, recuerdo, que quienes me leían y puntuaban, a la manera
de jueces, no eran, ni mucho menos, gentes de largos textos, y no sin razón,
porque esos aburren y cansan los ojos… Tampoco gustaban mucho del estilo
literario, preferían algo cotidiano, realista, acontecimientos verídicos; nada de
fantasía bella con bonitas poseías y deleitosas metáforas, nada de fábulas con
intención moralizante, nada de historias intercaladas con el fin de
deleitar, nada de intentar contar algo hermoso o de intentar embellecer lo que
se cuenta, solo prosa breve (unas cuantas líneas), de cruda realidad y
pesimista ironía. A estos fragmentos solían darle cuatro y cinco estrellas, y a
lo demás dos o tres; todo aquello que no contenía una cafetería, una calle, una
mención a la crisis económica, un reproche a un partido político o algún
detalle costumbrista, encestaba de dos estrellas, si estaba bien escrito quizás
le otorgaban un triple; ahora bien, escribía usted al estilo “de periodista”,
esto es, narrar lo que ocurre en la calle tal cual ocurre, añadiéndole mucha
ironía; dotábalo de un toque literario, pero que fuera poquito el toque
literario sino iba al cajón de tres, y, así, obtenía la puntuación máxima. Por
supuesto había de evitar extenderse… Vaya… Disculpe, escribí demasiado, espero
que no sea usted un lector de aquellos, si lo es, permítame lanzar un triple…
PD: Siga usted con su periodismo literario, escuche estos
consejos y no se rinda como hice yo.
Alejandro Iseguimos
No hay comentarios:
Publicar un comentario