El dolor
del silencio
“Quien no castiga el mal, ordena que se
haga.” Leonardo Da Vinci.
H
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oy vuelvo a escribir, olvidando mi trazo alegre,
aquel chascarrillo ocurrente o la ironía que acostumbro a usar, pues la risa no
cabe en estas líneas amargas que hablan de lo que callé y narran, con el dolor
del silencio lo que fue…
Aún recuerdo aquel día de primavera, sus ojos azules, del
color del cielo celeste de aquella mañana, brillaban con una luz especial; la
brisa primaveral mecía suavemente su cabello ondulado y con una sonrisa y algún
comentario amable siempre reservado, me contaba ilusionada todo lo que el
futuro le tenía preparado: una bonita casa, la sonrisilla inocente de su bebé
alegrándole un día ajetreado y aquel hombre del que decía maravillas y del que
estaba tan enamorada que sus ojos la delataban.
Hoy camino despacio, sin rumbo. Triste, cansado,
recordándola… Iba tan feliz y tan bella vestida de novia… No pierdo ni una
sonrisa suya entre los álbumes de fotos, no olvido la dulce mirada de sus ojos;
qué simpatía transmitía aquel ángel llovido del cielo cada vez que sonreía… Lo
siento, no puedo evitar oírte hablar hoy con la inocencia y la pureza de un
corazón joven en cuyo interior brotaba la flor del amor: “Paseamos de la mano y
me pierdo en sus ojos, en un mal día me estrecha su mano, no temo a nada a su
lado…” decías. Qué contenta y cuánto me agradeciste aquellas líneas que en tu
libro de boda escritas viste: “Eres como la rosa que crece entre las zarzas,
como esa pequeña luz que necesita toda vida oscura, como una mañana celeste,
clara y pura… ¿Lo recuerdas?”.
No supiste ver su crueldad, estabas enamorada; no aceptabas
la realidad, mientras el rocío de tus ojos se mezclaba con la sangre derramada;
buscabas una excusa y otra para silenciar la paliza de la noche pasada; no
salías ya de casa, vivías con miedo, aterrorizada en aquella cárcel, tu hogar y
morada; vivías atemorizada mientras recordabas vuestro primer cruce de miradas,
vuestras primeras sonrisas, el primer beso en la madrugada y entonces no podías
evitar romper a llorar desconsolada. Cuando quisiste salir del infierno te
topaste con una sociedad machista y cuando aquella niña lloraba desconsolada
porque no estabas, me enseñó el error con una pregunta inocente:
-“¿Por qué se fue si
era una persona buena?”
Se fue por mi culpa, se
fue por culpa de todos y cada uno de los hombres que nada hacen por erradicar
este problema; se fue por culpa de quienes se creen con la soberbia de
tiranizar a otras personas, se fue por culpa de aquellas mujeres que tampoco
luchan por solventar esta lacra que a todos nos afecta. Pero hoy, hoy serás la
voz de esta tierra que se oirá a través de mis líneas recordando con sangrienta
tinta, cuantas buenas mujeres cayeron bajo esta fría tumba.
Parece que el cielo se
cubre de nubes grises, la noche comienza a oscurecerlo todo. Yo llevo mi ramo
de flores de camino adonde descansa ella; sus últimas palabras hielan este
corazón, cuando la gravedad de las heridas
provocadas por la última paliza habían destrozado aquel rostro angelical que
lloraba y lloraba… Sus últimas palabras: “Al hombre de aquellos días lo amaré
siempre”. Comienza a chispear, hasta el mundo llora hoy tu muerte…
EL JOVENCITO
HABLADOR
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