martes, 13 de marzo de 2012

EL JOVENCITO HABLADOR. REVISTA SATÍRICA DE COSTUMBRES. Nº3. Con motivo del día de la mujer.


El  dolor del silencio  

“Quien no castiga el mal, ordena que se haga.” Leonardo Da Vinci.


H
oy vuelvo a escribir, olvidando mi trazo alegre, aquel chascarrillo ocurrente o la ironía que acostumbro a usar, pues la risa no cabe en estas líneas amargas que hablan de lo que callé y narran, con el dolor del silencio lo que fue…
         Aún recuerdo aquel día de primavera, sus ojos azules, del color del cielo celeste de aquella mañana, brillaban con una luz especial; la brisa primaveral mecía suavemente su cabello ondulado y con una sonrisa y algún comentario amable siempre reservado, me contaba ilusionada todo lo que el futuro le tenía preparado: una bonita casa, la sonrisilla inocente de su bebé alegrándole un día ajetreado y aquel hombre del que decía maravillas y del que estaba tan enamorada que sus ojos la delataban.
         Hoy camino despacio, sin rumbo. Triste, cansado, recordándola… Iba tan feliz y tan bella vestida de novia… No pierdo ni una sonrisa suya entre los álbumes de fotos, no olvido la dulce mirada de sus ojos; qué simpatía transmitía aquel ángel llovido del cielo cada vez que sonreía… Lo siento, no puedo evitar oírte hablar hoy con la inocencia y la pureza de un corazón joven en cuyo interior brotaba la flor del amor: “Paseamos de la mano y me pierdo en sus ojos, en un mal día me estrecha su mano, no temo a nada a su lado…” decías. Qué contenta y cuánto me agradeciste aquellas líneas que en tu libro de boda escritas viste: “Eres como la rosa que crece entre las zarzas, como esa pequeña luz que necesita toda vida oscura, como una mañana celeste, clara y pura… ¿Lo recuerdas?”.
         No supiste ver su crueldad, estabas enamorada; no aceptabas la realidad, mientras el rocío de tus ojos se mezclaba con la sangre derramada; buscabas una excusa y otra para silenciar la paliza de la noche pasada; no salías ya de casa, vivías con miedo, aterrorizada en aquella cárcel, tu hogar y morada; vivías atemorizada mientras recordabas vuestro primer cruce de miradas, vuestras primeras sonrisas, el primer beso en la madrugada y entonces no podías evitar romper a llorar desconsolada. Cuando quisiste salir del infierno te topaste con una sociedad machista y cuando aquella niña lloraba desconsolada porque no estabas, me enseñó el error con una pregunta inocente:
-“¿Por qué se fue si era una persona buena?”
Se fue por mi culpa, se fue por culpa de todos y cada uno de los hombres que nada hacen por erradicar este problema; se fue por culpa de quienes se creen con la soberbia de tiranizar a otras personas, se fue por culpa de aquellas mujeres que tampoco luchan por solventar esta lacra que a todos nos afecta. Pero hoy, hoy serás la voz de esta tierra que se oirá a través de mis líneas recordando con sangrienta tinta, cuantas buenas mujeres cayeron bajo esta fría tumba.
Parece que el cielo se cubre de nubes grises, la noche comienza a oscurecerlo todo. Yo llevo mi ramo de flores de camino adonde descansa ella; sus últimas palabras hielan este corazón, cuando la  gravedad de las heridas provocadas por la última paliza habían destrozado aquel rostro angelical que lloraba y lloraba… Sus últimas palabras: “Al hombre de aquellos días lo amaré siempre”. Comienza a chispear, hasta el mundo llora hoy tu muerte…
EL JOVENCITO HABLADOR

No hay comentarios:

Publicar un comentario