miércoles, 16 de mayo de 2012

REVISTA SATÍRICA DE COSTUMBRES Nº 6. Hoy, un canto dedicado a la belleza y al amor en forma de poesía.


A LA SIRENA QUE CAMINÓ POR LA ARENA…
“Adiós imposiciones, adiós pesares, adiós obligaciones,  adiós sinsabores, adiós ataduras, adiós  dictaduras, adiós… He de ir a buscarla y mañana, qué sé yo si habrá un mañana…”

¡Oh fragilidad de este corazón! cuya mirada tuya fue saeta certera que arrojada al azar vino a herirlo. ¡Oh lugar escogido aquel! Del que no acierto a recordar más que alguna pincelada, ingeniosa niebla que deja intacto el romanticismo que el anonimato mantiene como un hermoso espejismo. ¡Oh recuerdos aquellos que ahora me asaltan..!

Era una mañana celeste y clara, de nubes ausente. Yo dejaba reposar mi exhausto cuerpo y mí fatigada mente sobre el tronco de una altiva palmera perdiendo la vista, allá, en una inmensa ribera… El sol doraba la fina arena que con apacible vaivén era empapada por la mar serena. De aquí para allá, paseaba sosegadamente la gente, sonriendo y charlando, no faltando alguna gaviota que el cielo, con vuelo majestuoso, iba sobrevolando. A mi espalda se oía el estruendo de la ciudad que fui aislando hasta hallar en la orilla esa apacible paz que ahora todos buscamos  sin cesar. Mis ojos empezaron a perderse en la inmensidad del azulado mar, yendo hacia el horizonte, cuando, en ese momento, fugaz y sublime instante,  quiso el destino cruzarte ante ellos captándolos por completo… De entre las aguas saliste y hacia la ribera caminaste como una sirena que tocó por vez primera la arena; caminando bella y con paso delicado permitiste que la brisa marina meciera suavemente tu cabello ondulado, presumiendo, sin quererlo, de la figura más precisa que supo esculpir el mejor escultor; bastó solo una mirada de tus ojos, hechos del más puro esmeralda, para rendir a este corazón que no acierta a seguir viviendo, si no declara, lo que desde que te vio siente, y que ahora escribe escogiendo las líneas de este poema, dibujándote en su memoria y reviviéndote y eternizándote entre los trazos de esta dedicatoria.

Querida sirena, jamás olvidaré  esa bonita sonrisa que brillaba entre la gente ni el cruce de nuestras miradas en solo un breve instante, compartiendo un momento juntos, inolvidable, que se escribió en el cielo con tonalidades imborrables; y, por más que me aflija, me hiera y duela, tampoco podré olvidar que tal y como apareciste te desvaneciste, sin dejar rastro visible, solo aquel encuentro que con tinta indeleble quedó allí y aquí, en ti y en mí…  Hoy, lejos de aquel día, peregrino errante soy que por aquella orilla caminando sin camino voy… Caminante, que día tras día por aquella vega vaga ausente, cuya vida solo se sostiene aferrada a la esperanza de volver a verte para poder decirte que mi único oficio ha sido, es y será siempre… amarte…

 Parece que una vez más el sol ha de marcharse guareciéndose detrás de la mar, la etérea noche cae cubriéndolo todo de oscuridad, y, de la nada, aparece, cruel y sincera la soledad volviéndote a resucitar, recordándome, con frialdad, qué triste es la realidad y asestándome un golpe más, dejándome aquí, abatido y vencido, hallando solo consuelo entre estas líneas que te escribo…  Con esta, son muchas las noches en las que de versos la arena he colmado y de lágrimas la mar he rociado; son muchas las mañanas en las que junto a aquella altiva palmera, frente a la hermosura de la ribera, he sido centinela que lamenta y desespera; centinela que desea y anhela el regreso del ángel que un día del cielo lloviera; son muchas las letras que el aire se ha llevado y muchas las hojas que mis lamentos han manchado; son muchas las declaraciones que he narrado y  muchos los poemas que he derrochado;  son muchas las cartas que he iniciado y muchos los finales que hubiera soñado… Mas aún no he caído derrotado y la oportunidad me ha llegado en forma de posibilidad para mostrar el más bello de los cantos, la canción más pura, el poder describirle al mundo tu hermosura. Es el momento  de recuperar la esencia de una carta de amor, de revivir al romántico que muere de dolor, de resucitar la cortesía, de poner al servicio tuyo lo poco que sé de prosa y poesía…

Quiero esta noche que tu recuerdo inspira, que se funda la belleza de las letras con los sentimientos que dicta mi corazón que hoy se erige como noble escritor; quiero que se entrelacen las sensaciones que con tan solo una mirada causaste con las líneas hilvanadas en forma de construcciones sinceras  repletas de letras vertidas cuales flechas certeras cuya única misión sea la de alcanzar tu corazón y mostrarte cuán fuerte me acomete y cuán bello es el amor que por ti siento.

Parece que la aurora despierta ya, y con ella van derramándose las últimas palabras de esta carta, y va  tocando a su fin esta noche desierta… Sí, He de irme, he de decirte ahora adiós, pero, quizás… quizás mañana te encuentre y de un beso quiera el destino redactar  la mejor historia de amor…
EL JOVENCITO HABLADOR

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