domingo, 30 de diciembre de 2012

Al tiempo y la distancia


"El amor es fe no ciencia" Francisco de Quevedo.

Ella y yo hemos hablado de amor susurrando palabras bonitas, creyendo en un sentimiento pavoroso que a poco que se maltrata se desvanece. Soy yo, ese que suele escribirle, escogiendo algunas palabras, hilando alguna frase y componiendo un párrafo que aunque para cualquiera cayera en el olvido para ella será indeleble, eterno, imperecedero… Qué largos son los días sin ella, qué eternas se hacen las horas sin verla y qué duros los minutos sin abrazarla. Tú, incansable Tiempo, tú que todo lo consumes, que todo lo corrompes y todo lo destruyes, eres el culpable de que no pueda estar junto a ella; ni siquiera, maldito Tiempo, tienes la amabilidad de permitirme escribirle algunas letras que conmuevan su corazón y le recuerden cuánto valor tiene para mí una sonrisa de ella. Pero hoy no tengo nada que perder, hoy, me enfrento a ti, te desafío con letras y líneas, sin miedo, con ahínco y brío.

            Cerca está ya el fin de otro año, querida Alissa, y cerca las horas que nos acercan; ahora es un buen momento para escribirte desde lo más profundo de este pesar producido por nuestro gran enemigo que nos atosiga, que no me deja respirar y que combato con la esperanza de volverte a tocar, acariciar, besar… El Tiempo, valeroso enemigo, traza bien su estrategia, aliándose con otro poderoso contrincante que va hiriendo lentamente, con agónico dolor, a un corazón que palpita vital y lleno de alegría y que éste sabe dañar con sobrada osadía; Distancia se llama su aliado, con fervor pugna por derrotarme, y el solo oír su nombre me produce grandísimo pavor. Ambos empuñan sus armas, hombro con hombro, contra un simple mortal, tenebroso fin me espera, contienda sin victoria, la desesperanza aguarda, la esperanza es ya solo ilusoria… -“Sus últimas palabras frágil mortal”- me dicen- “he aquí un hombre de voluntad férrea, de fe cuya espada os derrotará a ambos con mano que no tiembla, espada bautizada con el nombre de esperanza; por armadura porto un corazón que lucha firme, gritando: ¡creo en el amor! Por armadura una mente que sin temor romperá las cadenas de ambos, meros trozos de hierro que ansias de libertad no podrán evitar; triunfo de un hombre sobre dos entes invencibles: Tiempo y Distancia seréis derrotados con elegancia, aquí y ahora,  con hermosas letras, en nombre de ella, en nombre de Alissa.

EL JOVENCITO HABLADOR



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