“Hay dos maneras de conseguir la felicidad, una
hacerse el idiota; otra serlo.” Enrique Jardiel Poncela
Henos un día amando, sintiendo, viviendo, y al
siguiente reflexionando sobre el sentido de nuestra vida, penando y lamentando. Heme aquí en esta noche pensando en nuestras caóticas vidas, buscándole sentido
a cada acto y a cada elección, pues, es esta una noche oscura que me sume en
tenebrosa reflexión. Qué sublimes los acordes de un violín en la nostalgia, cómo
ayudan a recordar tiempos alegres, días de radiantes auroras, y cómo a través
de ellos, derramas ingentes lágrimas que pasando por tu mejilla vienen a dar en
un suelo frío e indiferente, un suelo tal cual es la vida. No hay sueños
queridos soñadores, ni siquiera ensoñaciones, siempre hay cuerdas que te
arrebatan las alas y te mantienen aferrado a esta maldita pesadilla recurrente que
llamamos realidad; intentamos evadirnos creyendo en los sentimientos,
esperanzados en que ellos nos aportaran toda la felicidad, pero, olvidamos, o
queremos olvidar que el sentir tiene por costumbre perder la vida y rendirse al
egoísmo de nuestra naturaleza humana. Nos levantamos una mañana y somos
conscientes de que provocar llanto es mucho más sencillo que hacer reír y nos
preguntamos ¿por qué...? simplemente porque estamos acostumbrados a lamentar,
penar y llorar. Si nos paramos a reflexionar hallaremos cuantiosas razones por
las que sentir pesar y poquísimas por las que sentir ilusión, y las que nos
aportan ilusión, un día, caerán como la hoja amarillenta que un soplo liviano
de aire arranca del árbol perenne, llevándosela sin retorno, perdiéndola más
allá de nosotros, hasta ser una más de la calle otoñal cubierta de amarillentas
hojas que se pisotean y patean con total indiferencia.
Numerosos años he
defendido de la mejor manera que supe la fuerza de las pasiones, el creer que
sentir estaba muy por encima de razonar, muy por encima de las insignificantes
trabas que pudiera imponer la vida porque ni siquiera la misma vida estaba,
para mí, a la altura de las pasiones ¿Cómo podría ponerle obstáculos que las
detuviera estando muy por debajo de ellas? Es buen momento para arrodillarse y
clavar la espada luchadora en la tierra fría, es buen momento para ver como el
tiempo se aproxima, vestido de soldado con armadura azabache, preparado para
asestar el último golpe a este caballero arrodillado que ve como yacen sobre el
suelo los sentimientos, las esperanzas y las ilusiones cuyas vidas han sido ya
sesgadas por la misma despiadada espada que, acercándose, dará término a la mía,
que es ya, esta fatídica noche, acabada.
EL JOVENCITO HABLADOR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario