miércoles, 19 de septiembre de 2012

Carta anticipada a los Reyes Magos.


Queridos Reyes Magos…

“¿Qué gente hay allá arriba, que anda tal estrépito? ¿Son locos? (Moratín, Leandro Fernández, Comedia Nueva).

¿Q
ué es esto?, ¿Qué silencio? Las calles andan vacías, los caminos desiertos, solo se oyen mis pasos y el silbido del viento ¿y los coches?, ¿y las gentes?, algo me he perdido… Parece que ahí se oye jaleo, en esa estructura gris llena de luces navideñas se escucha murmullo, ¿será que la intelectualidad vuelve a llenar los teatros? “El corte inglés” no me suena a teatro… Puertas de cristal que se abren, la marabunta de gente que inunda el lugar, se aturrullan en tropel y como un coro que al unísono resuena, como una turba insolvente de fieles devotos, rezan a su dios venerado, “regalo, regalo, regalo…” y éste les responde “gastaaad, gastaaad… compradmeee, compradmeee…”; hay de todo para comprar; la misma pregunta se oye en las colas insufribles: “¿qué haces por aquí?” (No sé, es 5 de Enero, estoy en un centro comercial, vengo a… ¿cómo lo digo para que lo entienda…?) Y la misma respuesta siempre, “pues, ¿con las compras de reyes…? (solo me falta alabarle por la genialidad de la pregunta…)

Los reyes deben ser aquellos señores (también llamados empresarios) que están frotándose las manos mientras  el hombre del tiempo les predice que nevarán billetes en sus bolsillos, ¡qué bien! Vamos a erradicar la pobreza dándole al que más tiene… ¿y la crisis?, ha desaparecido, se ha desvanecido, se ha ido a Belén… que no, no se preocupe, lo que pasa es que no pagan con dinero, son magos los reyes… Cantemos, cantemos, pues, “ya vienen los reyes magos ya vienen los reyes magos caminito del corte inglés…”

Iré, pues, a buscar la mirra, el incienso y el oro, a ver, LCD, Play station y ropa… me da a mi que los reyes no van a estar al día… Dios que descuido, mucho centro comercial, muchas luces y ¿dónde aparcan los reyes los camellos? ¡Oh no! Me han rodeado, es una cola, ¡sálvenme!... Bueno, mientras la señora de delante cuela a toda su familia, la dependienta conversa y cuchichea con la abuela y el señor de detrás intenta montarse encima de mi espalda vomitando toda su mala educación sobre mi cortesía, escribiré un chistecito que recuerdo haber leído en no sé que lugar y que ahora me viene muy al dedo para pasar este fastidioso rato. Dice así:

Una mujer visita su ginecólogo y le dice que no se siente bien, el doctor la examina y le dice: -“Señora, mis felicitaciones, va a ser madre”, ella, entre enojada y sorprendida responde: -“no puede ser, es imposible, yo no he tocado a un hombre en mi vida”; al oír esto, el médico se dirige a una mesa, coge unas gafas, abre la ventana y se queda oteando el cielo. La mujer extrañada pregunta:
-“¿Doctor que hace usted mirando por la ventana?”, a lo que este responde: “Señora la última vez que se dio un caso como el suyo, vinieron tres reyes magos y esta vez no me lo pierdo”… (Fuente, alguna página de Internet)

Discúlpenme majestades, soy muy dado a esto de las digresiones, tengan pues paciencia vuestras mercedes, porque nunca acerté a escribir de otra manera; antes suelo distraerme del camino y así “llevando viaje para Alcalá suelo salir junto a Zaragoza y como de esas veces me anochece en Huete (Cuenca) y salgo a la mañana por los cerros de Úbeda, que les voy a contar a ustedes que vienen por Holanda…” (M. J. De Larra)

Ya que desempolvé la pluma para escribir en tan señalada fecha, decidí dedicar mis líneas a las peticiones que tocan por estos días, no porque fuera yo mendigo y necesitara nada, sino, porque, más bien, mana en mi el deseo de escribiros y bulle el anhelo de recordaros, bellos tiempos otros, ya pasados…

Podría iniciar mis peticiones, usando de la falsa modestia de este mundo y decir que he sido bueno (como si llevara todo el año vendiéndome, estrechando una mano falsa a quien lo necesita, escupiendo falacias en alabanzas a quien lo merece, amando con la cabeza y no con el corazón…) y entonces, tras venderme por unos euros, pedir una ristra de inútiles objetos creados para convertirnos en consumistas empedernidos; o bien, podría intentar parecer mejor aún y pedir aquello de la paz, la felicidad, y la erradicación del hambre, pero, siempre me topo con el mismo problema y es que cuando intento escribir una mentira se me hielan los dedos, se me traban las letras, y una vocecilla, que las personas han cambiado por la de la televisión, me habla susurrando y me recuerda quién soy y qué soy; es por ello que lo único que quiero, señores reyes de Oriente, es que me sigan concediendo esta lucidez, que me permitan seguir andando como un caminante que hace su camino, y que mi vida siga siendo como una obra que se va hilvanando; y sobre todo, que me dejen ver esos ojos verdes en cada momento, que me dejen disfrutar de esa sonrisa radiante  cada minuto, que me dejen vivir junto a ella cada instante, pues más bello y hermoso que ella, más interesante y más divertida que mi princesa no hay nada caballeros, nada…

EL JOVENCITO HABLADOR

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