Queridos Reyes Magos…
“¿Qué gente hay allá arriba, que
anda tal estrépito? ¿Son locos? (Moratín, Leandro Fernández, Comedia Nueva).
¿Q
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ué es esto?, ¿Qué silencio? Las
calles andan vacías, los caminos desiertos, solo se oyen mis pasos y el silbido
del viento ¿y los coches?, ¿y las gentes?, algo me he perdido… Parece que ahí
se oye jaleo, en esa estructura gris llena de luces navideñas se escucha
murmullo, ¿será que la intelectualidad vuelve a llenar los teatros? “El corte inglés” no me suena a teatro…
Puertas de cristal que se abren, la marabunta de gente que inunda el lugar, se
aturrullan en tropel y como un coro que al unísono resuena, como una turba
insolvente de fieles devotos, rezan a su dios venerado, “regalo, regalo, regalo…” y éste les responde “gastaaad, gastaaad… compradmeee, compradmeee…”; hay de todo para
comprar; la misma pregunta se oye en las colas insufribles: “¿qué haces por aquí?” (No sé, es 5 de
Enero, estoy en un centro comercial, vengo a… ¿cómo lo digo para que lo
entienda…?) Y la misma respuesta siempre, “pues,
¿con las compras de reyes…? (solo me falta alabarle por la genialidad de la
pregunta…)
Los reyes deben ser aquellos
señores (también llamados empresarios) que están frotándose las manos mientras el hombre del tiempo les predice que nevarán
billetes en sus bolsillos, ¡qué bien! Vamos a erradicar la pobreza dándole al
que más tiene… ¿y la crisis?, ha desaparecido, se ha desvanecido, se ha ido a
Belén… que no, no se preocupe, lo que pasa es que no pagan con dinero, son
magos los reyes… Cantemos, cantemos, pues, “ya
vienen los reyes magos ya vienen los reyes magos caminito del corte inglés…”
Iré, pues, a
buscar la mirra, el incienso y el oro, a ver, LCD, Play station y ropa…
me da a mi que los reyes no van a estar al día… Dios que descuido, mucho centro
comercial, muchas luces y ¿dónde aparcan los reyes los camellos? ¡Oh no! Me han
rodeado, es una cola, ¡sálvenme!... Bueno, mientras la señora de delante cuela
a toda su familia, la dependienta conversa y cuchichea con la abuela y el señor
de detrás intenta montarse encima de mi espalda vomitando toda su mala
educación sobre mi cortesía, escribiré un chistecito que recuerdo haber leído
en no sé que lugar y que ahora me viene muy al dedo para pasar este fastidioso
rato. Dice así:
Una mujer visita su ginecólogo y le dice que
no se siente bien, el doctor la examina y le dice: -“Señora, mis
felicitaciones, va a ser madre”, ella, entre enojada y sorprendida responde:
-“no puede ser, es imposible, yo no he tocado a un hombre en mi vida”; al oír
esto, el médico se dirige a una mesa, coge unas gafas, abre la ventana y se
queda oteando el cielo. La mujer extrañada pregunta:
-“¿Doctor que hace usted mirando por la ventana?”, a lo que este
responde: “Señora la última vez que se dio un caso como el suyo, vinieron tres
reyes magos y esta vez no me lo pierdo”… (Fuente, alguna página de Internet)
Discúlpenme
majestades, soy muy dado a esto de las digresiones, tengan pues paciencia
vuestras mercedes, porque nunca acerté a escribir de otra manera; antes suelo
distraerme del camino y así “llevando viaje
para Alcalá suelo salir junto a Zaragoza y como de esas veces me anochece en
Huete (Cuenca) y salgo a la mañana por los cerros de Úbeda, que les voy a
contar a ustedes que vienen por Holanda…” (M. J. De Larra)
Ya que
desempolvé la pluma para escribir en tan señalada fecha, decidí dedicar mis
líneas a las peticiones que tocan por estos días, no porque fuera yo mendigo y
necesitara nada, sino, porque, más bien, mana en mi el deseo de escribiros y
bulle el anhelo de recordaros, bellos tiempos otros, ya pasados…
Podría iniciar
mis peticiones, usando de la falsa modestia de este mundo y decir que he sido
bueno (como si llevara todo el año vendiéndome, estrechando una mano falsa a
quien lo necesita, escupiendo falacias en alabanzas a quien lo merece, amando
con la cabeza y no con el corazón…) y entonces, tras venderme por unos euros,
pedir una ristra de inútiles objetos creados para convertirnos en consumistas
empedernidos; o bien, podría intentar parecer mejor aún y pedir aquello de la
paz, la felicidad, y la erradicación del hambre, pero, siempre me topo con el
mismo problema y es que cuando intento escribir una mentira se me hielan los
dedos, se me traban las letras, y una vocecilla, que las personas han cambiado
por la de la televisión, me habla susurrando y me recuerda quién soy y qué soy;
es por ello que lo único que quiero, señores reyes de Oriente, es que me sigan concediendo
esta lucidez, que me permitan seguir andando como un caminante que hace su
camino, y que mi vida siga siendo como una obra que se va hilvanando; y sobre
todo, que me dejen ver esos ojos verdes en cada momento, que me dejen disfrutar
de esa sonrisa radiante cada minuto, que
me dejen vivir junto a ella cada instante, pues más bello y hermoso que ella,
más interesante y más divertida que mi princesa no hay nada caballeros, nada…
EL JOVENCITO HABLADOR
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