Querida Alissa:
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umerosos días ha que vengo yo deseoso de te
escribir y sosegado ya de tanto sinvivir, dedíqueme a te servir…
Ahogado de todo el saber
de cuantiosos días dedicado a él, quise esta vez aunar amor y belleza para te
deleitar, mas, no sé si es lo mío esto del deambular por entre los escollos del
intrincado laberinto del narrar, ni más aún si sabré acertar a servirte, o
quizás hiciera mejor dejando al silencio hablar, pues ya dijo algún ilustre
sabio que si no tienes nada importante que contar mejor harías en callar; pero,
ya me conoces, todo mi gusto es complacerte y mi oficio servirte mas no sé en
qué otra manera sino es con mis construcciones bellas y sinceras repletas
de letras vertidas cuales flechas certeras, pudiera yo alcanzar tu corazón,
morada cuya prisión es toda mi liberación; flor que pretendo rociar con
el goce estético de esta composición y semilla que quisiera yo regar con el
encanto y esplendor del lenguaje nacido de la combinación del fruto de mi amor
y el gusto por el arte; hermoso artificio, dificultoso oficio, perfecta
coalición, deleitosa conjunción; humilde jardinero quiero ser y perenne
cultivador que no repose ni huelgue, huésped que tú corazón nunca ha de
abandonar por no desfallecer en la soledad del dolor, y caer en el error de
marchitar la más bonita flor que supo servir este servidor.
Artificio y dificultad, delicia y atracción
han introducido esta breve narración, impregnada de curiosa beldad pero vacía
queda y llena de vanidad, mas no desespere tu paciencia, princesa, pues no ha
llegado aún el final, el turno del escritor va tocando el crepúsculo y su final
y la aurora del artífice que mueve toda la narración se alza para
ocuparse de susurrarte, con claridad, abriéndose paso entre la selva enmarañada
del narrador que no acierta a expresar la realidad sin perderse en
la dificultad; de toda esta lucha de ambos, que combinados se prestan a
impresionarte, alzose la voz de mi corazón, el verdadero narrador, y díjome que
te escribiera lo que a continuación escribo y no alcancé yo a entender…
“Allá en la tierra que frecuentas y que
gustosa visitas, orilla y mar se funden, ella cálida y brillante, hermosa, mas
si te acercas maravillosa; él, frío y sereno, temible en apariencia, bello en
su interior, creador de gaya ciencia.
A nadie interesa su alianza, sino a un curioso y avizor observador que
cuidadoso adopta el papel de espectador, contemplando cómo ambos se separan
tras el dulzor de su unión y cómo parte de él queda con ella y parte de ella
vase con él…”
EL JOVENCITO HABLADOR
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