sábado, 9 de marzo de 2013

Bocas sin vida



“Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio” (Leonardo Da vinci) 

“No te estrujes más los sesos porque tu burro lento no cambia de paso aunque le pegues” dijo un humilde aldeano de Shakespeare y, así, por más que intentemos cambiar el paso del burro no nos será posible conseguirlo. El telón se abre cada mañana mientras el sol va alzándose hasta coronar el cielo celeste, todos nosotros salimos disfrazados con máscaras y disfraces que, o bien, hemos buscado minuciosamente, o bien, nos han colocado; en función de la escena que nos toque representar, sabemos trocar bien nuestras vestiduras. Cuando ya las estrellas cubren el cielo oscuro de perlas plateadas, cae el telón, y ya guarecidos, permitimos salir a nuestro “yo”, un niño asustado e inocente sin cabida en esta sociedad de actores y decorados artificiales. Aunque todos somos actores, queremos elegir nuestros guiones y nuestra máscara, sin embargo, hay gente que se empeña en que no ha de ser así. El público que nos observa somos nosotros mismos y, en la misma medida, creamos ficciones de lo que hacen los demás, como si nuestras vidas carecieran de alicientes y necesitáramos convertir a los que nos rodean en protagonistas de obras ficticias, en un absurdo intento de diversión y en un patético interés por vidas que carecen de importancia. En este maldito gusto social por el cotilleo y la falsedad, la sinceridad es casi una mentira, por desgracia, y por más que nos empeñemos en intentar mostrar y hablar con palabras que se acerquen a la verdad, nuestras expresiones serán amoldadas al guion necesario para que otros comenten lo adecuado o no de nuestra actuación, en un acto humano de simpleza que raya la idiotez. Una vez te han elegido como protagonista de una de sus epopeyas, por más que golpees al burro no cambiará… En esta sociedad vivimos, rodeados de ilustres y trovadorescas mentes capaces de crear sorprendentes historias, no para ensalzar la figura del protagonista, sino, más bien, para enterrarlo bajo un montón de excrementos escupidos por bocas incapaces de estar cerradas, por bocas envidiosas y entrometidas, por bocas incapaces de besar con dulzura, por bocas incapaces de charlar con naturalidad y franqueza, por bocas sin vida… 

EL JOVENCITO HABLADOR

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