sábado, 23 de marzo de 2013

¿Nos oiremos tú y yo entre tanta sinrazón? Nuestra España.


“¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!” Santa Catalina de Siena. 

Ha llegado el momento de ser sincero, de hablar íntimamente tú y yo y por más que lo intento, de este tema hablar no quiero. Estamos solos, ya veo tu confusa mirada, y aunque mi voz suene temblorosa, debo ser yo quien hable primero. Todo está en silencio, en un silencio inquietante; la noche ya cubre el cielo con pulcro y etéreo azabache, yace la luna con orgullosa y brillante luz blanquecina en posición altanera contemplando todo cuanto acontece, observando todo cuanto en su noche nace o perece. Parece un momento idóneo para conversar ¿no crees? Las noticias siguen llamándonos idiotas sin ningún pudor, anuncian políticos corruptos, sin moral ni razón; anuncian policías que acometen a ciudadanos desarmados, orgullosos de su nefasta acción; leo periódicos cuya imparcialidad raya la imbecilidad; veo programas de gente descerebrada que pretenden tener credibilidad sin tener educación y, ante todo, veo una justicia que sigue sin golpear con fuerza las injusticias que se ponen sobre la mesa de este país, esta es nuestra ilustre nación. ¿Nos oiremos tú y yo entre tanta sinrazón? Apaga la televisión y acomódate. Desde mi ventana no se ve nada, solo luces en otras ventanas cuyos habitantes oyen el insufrible dolor que padece nuestra España, ven como los males la consumen, lágrimas sus ojos lloran, nadie acude a socorrerla, morirá siendo solo una sombra grotesca de sus tiempos de gloria. Todos nos quejamos, pero no hacemos nada, nuestras voces colman el cielo de quejas tan útiles como el lamento de las almas en pena que vagan por el cementerio cuyo gemido carece ya de importancia y criterio. ¿Aún quieres que hablemos? No hace mucho he visto a los españoles animar con garra, ahínco y desmesurada pasión a un equipo que juega en un coliseo, sin embargo, en la verdadera batalla, en la que decide nuestro futuro, permanecemos rezagados esperando no sé qué salvación ¿Qué fue del valor y orgullo del pueblo español capaz de enfrentarse y derrotar a todo un ejército invencible, levantándose en armas, poniendo en la contienda el corazón y hasta el alma? Decía Sherlock Holmes, “Soy un cerebro, Watson, el resto es mero apéndice”, hoy somos solo cuerpo, el resto es mero apéndice… Parece que empieza a llover, finas gotas cristalinas empañan el cristal, intentan cruzar, pero una a una son solo manchas de agua estrellada que se pierden sin más, sin embargo, todas cayendo al unísono quiebran el silencio, este silencio que está durando demasiado ya…
EL JOVENCITO HABLADOR

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